Leyendas de Salamanca

«El Curaito»

Narra la historia que un hombre fue invitado a una fiesta por un brujo. La persona, sin pensar lo que se encontraría, decidió aceptar la propuesta. Al llegar, su sorpresa fue mayúscula cuando en medio del vino, la comida y las guapas mujeres de la bacanal, se dio cuenta de que todos los objetos eran de plata y oro.

Aprovechando un descuido de los anfitriones, el hombre decidió robar una cuchara de plata y la guardó entre sus cosas. En ese momento, una mujer de largas piernas se acercó al foráneo con tal de conquistarlo. Y así fue.

Al llegar la mañana, aún con los vapores etílicos y el resabio del placer carnal en la piel, se dio cuenta de que no estaba en la hendidura, sino que en la plaza del pueblo.

Recordando vagamente lo que pasó en la fiesta, comenzó a revisar sus pertenencias hasta encontrarse con la cuchara de plata, sólo que en ese momento ya no era de plata, si no que se había convertido en un utensilio de hueso, pero no cualquier resto óseo… era de un fémur humano.

Pasado el estupor, el invitado a la bacanal se encargó de dar a conocer lo que ocurrió, acrecentando la leyenda de los brujos en Salamanca.

El relato del invitado se unió a otros que vinculan a Salamanca con encuentros paranormales, en donde las almas de hechiceros que ya dejaron esta vida siguen estando presentes por medio de sus poderes infinitos. Hay quienes dicen que en la cueva se hacen rituales para el Diablo, misas negras en donde los brujos realizan sus ceremonias desde tiempos ancestrales para enaltecer a Satanás, todo hasta que el canto de los gallos termina con las liturgias, en medio de loas y gritos frenéticos.

Un tesoro. Incluso, hay quienes dicen que estos ritos se realizaban para cuidar el tesoro que se encuentra en el fondo de la cueva, en donde una hermosa laguna de aguas cristalinas, ubicada en medio de las quebradas, guarda metales preciosos para el beneplácito de los brujos… y quienes desean agarrar una tajada de esa fortuna han fracasado una y otra vez, con consecuencias lamentables.

Se cuenta que los maestros de lo oscuro y sus descendientes continúan con sus ceremonias en la Raja de Manquehua, en las que se mantiene el lujo, los grandes banquetes en vasijas de oro y plata, algo que los brujos buscan compartir con la gente de Salamanca, esperando que algún incrédulo caiga en su juego.

Para conocimiento de los que aún hoy llegan a ese lugar buscando un trozo de la historia más esotérica de Chile, el sitio fue declarado Santuario de la Naturaleza hace algunos meses, y varios son los valientes que pese a todos los anuncios de brujos, se internan en las entrañas rocosas.

«La bailarina de la Escuela«

Cuentan que en la Escuela Matilde Salamanca hubo una vez una niña muy linda que asistía a esta escuela, aquella niña le gustaba mucho bailar al ritmo del piano. Un día un fatal accidente le ocurrió, cayó por las escaleras y desgraciadamente falleció.

Dicen que por las noches o al atardecer cuando la escuela esta cerrada, se puede oír música de piano y sentir pasos de baile en su interior.

Algunos afirman haberla visto bailar por los pasadizos de la escuela, pero se sabe que es un alma buena que quiere seguir bailando en su querida escuela.

Por eso no teman al escuchar música de piano, es la bailarina que no se cansa de bailar para ti.

En Salamanca se reúnen los brujos en una cueva, conocida como la Raja de Manquehua, distante a unos 35 kilómetros de la ciudad de Salamanca. Su nombre se debe a su propietaria Matilde Salamanca.

«Los Brujos de Salamanca«

Esta leyenda nace en el año 1915, fecha en que se reportan los primeros testimonios de reuniones y de procesiones en las que se veía antorchas encendidas en el interior de una cueva, presumiblemente de encuentros o rituales que realizan personas que utilizan la magia negra.

Este sector fue escenario de grandes fiestas para los maestros de la brujería, en la que se servía vino en vasijas de metales muy refinados y donde, por supuesto, la comida no podía faltar. Todos estos acontecimientos y bondades ocurrían sólo dentro de la cueva.

Una de las tantas leyendas de las que se habla de la cueva de Salamanca es la de un invitado a una fiesta,  un joven es invitado por un brujo a una de estas celebraciones, todos los objetos de la celebración eran de oro y plata. El joven en un momento que quedó sólo tomó una cuchara de plata y la introdujo en su bolsillo y en ese preciso momento aparece una hermosa niña de piernas preciosas y se le acercó.

Bebió bastante en la fiesta y  despertó al otro día en la plaza, recordó lo ocurrido y metió su mano al bolsillo para ver si tenía la cuchara de plata, pero en vez de la cuchara encontró un hueso de pierna humana.

Los brujos actualmente seguirían concurriendo a esta cueva y serían los descendientes de los primeros hechiceros los que siguen entregando poderes a los que se inician en este arte.

Cada cierto tiempo, en la cueva se organizan fiestas a las que asisten los maestros. En ellas se usan servicios de oro y plata, pero ninguna de estas piezas puede ser sacada de la guarida, ya que en el exterior se convertirá en algo de poco valor.

Supuestamente la raja es una hendidura subterránea que recorre todo el país y en su interior los brujos hacían sus “aquelarres”.

 Esta cueva tiene varias entradas y están cuidadas por culebrones.

La cueva de Salamanca o la Raja de Manquehua, sirve para rendir homenajes a Satanás, y se efectúan misas negras realizándose las confesiones de brujos y brujas.

Las palabras religiosas o la señal de la cruz disuelven rápidamente, una asamblea, y al canto del gallo, los brujos vuelven a sus casas escurriéndose por alguna rendija.

«El Toro de los Cuernos de Fuego»

Donde Jesús era un forastero, que no tenía ciudad ni pueblo establecido. Era un hombre alto, fornido y humilde, se notaba sucio, era un hombre con la piel curtida por el sol y el viento en su caminar diario, con una barba de bastante tiempo, mal oliente que caminaba de un lugar a otro, donde encontraba trabajo o le dieran un lugar para vivir. 
Don Jesús andaba con un saco al hombro, donde llevaba las pocas pertenencias que poseía, como el mate y el tacho para calentar el agua y por supuesto la olla negra en que hacia su comida y las pocas pilchas que tenía para cambiarse. 
Así llego caminando hasta Quelén donde le habían dicho que había una mina muy buena para trabajar, indago con los vecinos del pueblo, y ellos le iniciaron como llegar allá. 
Camino toda la mañana internándose en la cordillera, donde el camino era cada momento mas difícil de enfrentarlo, porque el follaje y los arboles grandes del lugar, hacían el camino mas agreste y malo. 
Sorteando todo tipo de inconvenientes, como pudo llego a una poza grande llamada las tazas donde se dejo caer al suelo para descansar un momento, miro a su alrededor, entornando su mirada y encontró el lugar muy hermoso solitario. Se puso a dormir un momento por el cansancio. 
Apenas le llegaban unos débiles rayos de sol, hacia frio, corría viento y además los mosquitos no lo dejaban tranquilo y mas con su desaseo personal. 
Se levanto un momento y fue a coger unas ramas que le servían para correr los mosquitos, que no lo dejaban tranquilo y al momento después se durmió. Después de haber descansado, se io cuenta que su estomago estaba vacio, hacia muchas horas que no probaba comida alguna, pensó en su saco pero recordó tristemente que ya no quedaba nada. 
Se levanto del suelo, se estiro y fue caminando hacia el agua, miro hacia el fondo y el agua le devolvió su imagen, era un agua pura cristalina y fría, que venia desde lo alto de la cordillera, se agacho se lavo las manos y se hizo taza con las manos se llevo el agua hacia su boca reseca de tantyo caminar, estaba agotado. Se sorprendió al ver como estaban los peces del agua, quedo maravillado con el espectáculo, retrocedió y fue a buscar una palo grueso, que luego adapto para enganchar pescados, pillo unos cuantos, hizo un fuego y los puso a asar, devorándoselos enseguida, por que era mucho el hambre que tenía. 
Una vez que sacio su apetito, apago el fuego, tomo su saco y procedió, guardo su saco y emprendió el camino, enfiló por un sendero hacia arriba, hasta donde habían dicho que se encontraba la mina. 
En un recoveco del camino diviso a lo lejos lo que podría ser una mina, siguió caminando sorteando todo tipo de obstáculos, hasta llegar a su destino. Habló con el dueño, él le preguntó, si había trabajado alguna ves en minas, ¡si! Contestó, toda mi vida. Don Ronaldo que era el dueño y estaba escaso de personal, le dijo que lo iba s tomar a prueba algunos días y después le haría un contrato, el forastero le dijo que el quería ser perforador y que el traía todas sus herramientas, don Ronaldo tenía que entregar metal luego, así que le dijo lo que tenía que hacer y dónde, pero el forastero le dijo que a el le gustaba trabajar solo. 
Lo asignaron, el hombre se puso a trabajar, en varios días nadie lo vio, de pronto don Ramón fue hacia la boca de la mina, donde le había dicho al forastero que perforara, al acercarse allá, grande fue su sorpresa al ver el montón de piedras que tenia acumulado. 
Los hombres se preguntaron como lo había hecho el solo, para juntar tanto material, le preguntaron a el, pero no contesto. 
A los días siguientes, el dueño y otros trabajadores se fueron escondidos, para ver como extraía el metal, agazapados detrás de unas rocas, que el no lo viera, miraron hacia la boca de la mina, con asombro vieron un enorme toro negro que con sus cuernos lanzaba fuego hacia el cerro y se desmoronaban las rocas cayendo hacia afuera, ellos asustados retrocedieron de ese lugar, se fueron hacia las oficinas, preguntándose de donde había salido este forastero. 
Ellos muy temerosos corrieron en todas direcciones y es por eso que cada noche de luna llena se ve reflejado en los cerros un toro negro con enormes ojos de fuego, que cornea furioso el terreno con sus brillantes cuernos de fuego. 

«El Bracero con onzas de oro»

Por allá por los años 1902 vivía en Salamanca un matrimonio muy humilde, compuesto de don Juan Artemio Riquelme, casado con doña Emilia Rojas Ysaso, con 8 hijos a su haber, todos chicos. El era de ascendencia española, cuyos padres también vivían en los alrededores del choapa. 
Don Juan era un hombre con pocos estudios ya que no había tenido la oportunidad de estudiar, por la guerra, habían cruzado el paso cordillerano hasta Cuncumén y de hay a Salamanca.
Con tantos hijos don Juan tenia que trabajar duro porque el medio donde vivían no alcanzaba para vivir, se dedico un tiempo a la agricultura y a los trabajos pesados para poder parar la olla y así alimentar a su numerosa prole. 
Por esos días don Juan le estaba trabajando a un chute de la ciudad, un señor muy importante y conocido, era un rico empresario con mucho poder, donde primaba el apellido llamado Serafín Gutiérrez, vivía en las calles principales de la ciudad, en una casa esquina bastante grande para su época, y en un generosos patio. 
Don Serafín quería hacerle algunos arreglos a su jardín y al entorno de su patio, quería encausar las aguas para su mejor aprovechamiento, así un día mano a llamar a don Juan, que trabajaba para el, le dijo que hiciera una acequia porque el quería tener arboles frutales en su propiedad y no le llegaba el agua como quería. 
A don Juan le llevo bastante tiempo en hacer la acequia porque el terreno era muy seco y duro, y las herramientas con que contaba no eran muy buenas para trabajar, así que demoro mas de la cuenta, cuando ya le faltaba poco para terminar, estaba agachado afanosamente cavando, sin siquiera secarse el sudor de su frente empezó a sacar las piedras y tierra acumulada con la excavación, de pronto asesto golpear algo raro, siguió tirando chuzazos y de pronto apareció ante sus ojos cansados, algo muy brilloso y grande, se agachó embelesado por el brillo de lo que estaban mirando sus ojos. 
Con sus manos callosas y ajadas siguió cavando con más delicadeza para desenterrar todo lo que brillaba y grande fue su sorpresa, ante sus ojos atónitos se encontraba un bracero y dentro de él, onzas de oro, don Juan estaba tan contento con su hallazgo que no cabía en sí de alegría, su mirada jadeante parpadeaba de emoción. 
Empezó a limpiar todo vestigio de tierra que tenia adherida en sus grietas dejándolo muy limpio, entonces pensó que hacer con el, pero no estaba en su propiedad, solo trabajaba allí. 
Tomándolo con delicadeza, se fue caminando donde su patrón y le conto lo que había encontrado, cuando llego donde el, le dijo ¡mire patrón lo que encontré, haciendo la acequia!, don Serafín le contesto ¡hombre que has encontrado!, ¡mire patrón me he encontrado este bracero con onzas de oro! 
Don Serafín lo miro asombrado e incrédulo, pero tomo en sus manos lo que el trabajador le estaba pasando, quedo maravillado con el hallazgo y se quedo mudo de la emoción, cuando pudo balbucear alguna palabra, le dijo a don Juan que el iba a guardar el tesoro y luego le iba a comunicar que hacer con el. 
Don Juan siguió trabajando en la acequia y don Serafín le comunico que iba a llevar el tesoro a Santiago a tasarlo y venderlo al mejor postor y cuando volviera le iba a dar la mitad del dinero por lo encontrado. Se fue a Santiago y vendió muy bien vendido el tesoro. 
Mientras tanto en Salamanca don Juan se apoco, se empezó a sentir mal y ya no pudo seguir trabajando. Un día que se pudo levantar se encontró con don Serafín y le dijo que ya no trabajaba para el y no le dio ningún peso, ya que era tanta la avidez por la plata que cada día mas, mientras tanto don Juan se enfermo de cuidado y ya no puedo levantarse de la cama falleciendo al poco tiempo según los vecinos al sacar el tesoro sin ninguna protección lo paso a llevar el antimonio y se fue al cuerpo, con su fallecimiento dejo en la mas profunda triste pobreza a su familia. 

«El Huaso de las Espuelas de Plata»

Cuentan algunos pirquineros que cuando recorren los cerros de la zona buscando las riquezas escondidas que en ella hay, pasando días y noches a la intemperie y preparando las comidas al aire libre, de pronto se oye venir un jinete con caballo negro y vestido de negro para comer o beber, de lo contrario se perderán y no encontraran nunca su camino de regreso a casa. 
Dicen que esta aparición corresponde a la del mismísimo diablo el cual prueba el grado de egoísmo y generosidad que existe en los seres humanos. 

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